Las nubes nos dan una sensación de inestabilidad y de eternidad. Las nubes son —como el mar— siempre varias y siempre las mismas. Sentimos mirándolas cómo nuestro ser y todas las cosas corren hacia la nada, en tanto que ellas —tan fugitivas— permanecen eternas. A estas nubes que ahora miramos las miraron hace doscientos, quinientos, mil, tres mil años, otros hombres con las mismas pasiones y las mismas ansias que nosotros. Cuando queremos tener aprisionado el tiempo —en un momento de ventura— vemos que van pasado ya semanas, meses, años. Las nubes, sin embargo, que son siempre distintas en todo momento, todas los días van caminando por el cielo. Hay nubes redondas, henchidas de un blanco brillante, que destacan en las mañanas de primavera sobre los cielos traslúcidos. Las hay como cendales tenues, que se perfilan en un fondo lechoso. Las hay grises sobre una lejanía gris. Las hay de carmín y de oro en los ocasos inacabables, profundamente melancólicos, de las llanuras. Las hay como velloncitas iguales o innumerables que dejan ver por entre algún claro un pedazo de cielo azul. Unas marchan lentas, pausadas; otras pasan rápidamente. Algunas, de color de ceniza, cuando cubren todo el firmamento, dejan caer sobre la tierra una luz opaca, tamizada, gris, que presta su encanto a los paisajes otoñales.
Este es un ejemplo de la descripción, porque el texto consiste en describir un objeto, lugar o persona, en este ejemplo se está describiendo lo que es una nube. Se describe como lo percibimos: su color, forma, tamaño, etcétera. Este tipo de texto se vale principalmente del adjetivo calificativo. Hay 4 tipos de descripción: Prosopografía: descripción de rasgos físicos, Etopeya: rasgos morales, Retrato: enlaza las dos anteriores, Cronografía: Descripción referida a lo acontecido. En este ejemplo es una descripción de tipo prosopografía, porque describe como se ve una nube.
Escrito por: Jorge Hernández García
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